El análisis de los movimientos urbanos y por la vivienda pocas veces ha tomado en consideración una perspectiva de historia social, aunque esta es frecuente en el estudio de otros movimientos sociales (Berger y Nehring, 2017). Por una parte, se pueden buscar los antecedentes históricos de movilizaciones actuales e investigar las continuidades y discontinuidades entre ambos sucesos. Este sería el caso de la huelga de alquileres de 1931 en Barcelona. Aquella huelga se gestó y desplegó en un contexto de recuperación del régimen democrático republicano, con una elevada agitación sindical y también con sangrientas formas de represión (Aisa, 2015; Ealham, 2005). Los sindicatos de inquilinos/as han resurgido en varias ciudades españolas desde 2017 e incluso huelgas de alquiler de baja intensidad se han reactivado durante los primeros meses de la crisis pandémica de 2020 (Martínez, 2020a). El repertorio de protesta y la agencia del movimiento se situarían así en el primer plano de análisis. El contexto histórico y la repetición de formas de protesta a lo largo del tiempo serían solo los medios o indicadores que permitirían comprender la contingencia del actual movimiento sometido a escrutinio. Si utilizásemos la metáfora del movimiento social como un vehículo, podríamos decir que esta perspectiva de análisis consistiría en concentrarse en el estudio del tipo de vehículo que se desplaza a lo largo del tiempo, con cierta atención a los paisajes de origen y de paso sin que estos ni sus relaciones con ese y otros vehículos constituyan el principal objeto de estudio.

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Martínez, Miguel A. (2021). Movimientos sociales por la vivienda a la luz de sus condiciones es- tructurales de desarrollo histórico. Encrucijadas. Revista Crítica de Ciencias Sociales, 21(1), r2102.